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Frases célebres sobre: of. [Página 114]

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Paz es anarquía. Gobierno es fuerza; fuerza es represión, y la represión lleva a la reacción y a las naciones a la guerra. La guerra existirá en tanto exista el Estado. Sólo una sociedad anarquista puede ofrecer las condiciones económicas, éticas y psicol

Frase célebre de Herbert Read

La filosofía de un siglo es el sentido común del siguiente.

Frase célebre de Henry Ward Beecher

Hasta donde podía ver, el mundo entero desplegaba la misma exuberante riqueza que el valle del Támesis. Desde cada colina a la que yo subía, vi la misma profusión de edificios espléndidos, infinitamente variados de materiales y de estilos.

Frase célebre de Herbert George Wells

La historia humana es cada vez más y más una carrera entre la educación y la catástrofe

Frase célebre de Herbert George Wells

De todas las contiendas espirituales, la más antigua, vasta, profunda e importante es la sostenida entre la religión y la ciencia.

Frase célebre de Herbert Spencer

La filosofía es la unificación del pensamiento.

Frase célebre de Herbert Spencer

Cuando las mujeres se besan, siempre recuerdan a los boxeadores profesionales cuando se estrechan las manos.

Frase célebre de Henry-Louis Mencken

Este capitán era uno de esos valiosos mortales que se encuentran en todo tipo de profesiones, aun en las más humildes; esa clase de persona a la cual todo el mundo está de acuerdo en llamar un hombre respetable.

Frase célebre de Herman Melville

En filosofía no es alcanzar el objetivo lo que importa, sino las cosas que uno halla por el camino.

Frase célebre de Henry Havelock Ellis

Amor mío, no sé cómo decirte que la vida se ofrece ahora ante nosotros como una interminable tarde de estío, una de estas tardes de Italia, con esa especie de flotante neblina dorada y las sombras que comienzan a invadirlo todo con la divina delicadeza de

Frase célebre de Henry James

Ella tenía una manera de considerar la vida que a él le parecía una ofensa personal.

Frase célebre de Henry James

Pero un verdadero oficial militar es, en cierto sentido, como un monje. Este no cumplirá sus votos de obediencia monástica con más abnegación que aquél sus votos de lealtad al deber militar.

Frase célebre de Herman Melville

La rebelión fue, no obstante, finalmente sofocada, pero esto quizás sólo fue posible gracias a la incondicional lealtad de los infantes de marina y a la reasunción voluntaria de esa lealtad de parte de sectores influyentes de la tripulación.

Frase célebre de Herman Melville

No hay nada que hacer entonces. Ya que él no quiere dejarme, yo tendré que dejarlo. Mudaré mi oficina; me mudaré a otra parte, y le notificaré que si lo encuentro en mi nuevo domicilio procederé contra él como contra un vulgar intruso.

Frase célebre de Herman Melville

Se quedó como siempre, enclavado en mi oficina. ¡Qué! Si eso fuera posible se reafirmó más aún que antes. ¿Qué hacer? Si no hacía nada en la oficina: ¿Por qué se iba a quedar? De hecho, era una carga, no sólo inútil, sino gravosa. Sin embargo, le tenía lá

Frase célebre de Herman Melville

Nuestro barco se había rendido a toda especie de juergas y perversiones. No se interpuso la más tenue barrera entre las profanas pasiones de la tripulación y el ilimitado placer de ellas.

Frase célebre de Herman Melville

Debo decir que, según la costumbre de muchos hombres de ley con oficinas en edificios densamente habitados, la puerta tenía varias llaves.

Frase célebre de Herman Melville

Era un barco pequeño más bien y con aspecto descuidado, todo él lleno de dibujos y relieves grotescos, que el capitán Peleg había mandado durante muchos años. Parecía un trofeo ambulante.

Frase célebre de Herman Melville

Es sumamente difícil encontrar a un nihilista ético consistente. Cuando crudamente profesan su nihilismo, piensan en un solo lado del asunto. Ellos no ven porque ellos deban guiarse por normas morales tradicionales. Pero una investigación más profunda rev

Frase célebre de Henry Hazlitt

Proferí entonces una exclamación de alegría y lo estreché con más fuerza contra mi cuerpo, donde pude sentir, en la fiebre repentina que hizo presa de su cuerpo, los acelerados latidos de un pequeño corazón.

Frase célebre de Henry James

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